Fernando Lugo, el gran ausente


Días como el que vivimos hoy son difíciles de explicar desde un simple comentario, como lo es este, que pretende ser un sello distintivo de nuestro programa. Es que las variables, los pedidos y las diferentes conjeturas que se deben estudiar son tan amplias que pretender englobar todo en unos minutos es una misión prácticamente irrealizable. Por lo tanto, sin el ánimo de simplificar ni reducir la calidad de la observación de los hechos, vamos a intentar resumir en unos aspectos comunes para intentar abarcar el mayor campo de acción posible en este sintético análisis.

Como es lógico, cada sector que se manifiesta está solicitando un aspecto que afecta de forma específica a sus intereses. Los campesinos buscan reforma agraria, los taxistas postergar inspecciones a sus unidades, los importadores de vehículos usados continuar con sus negocios, los cuidacoches pretenden explicar sus tarifas y su propia existencia, los transportistas sus desagradables reguladas. Estos son los sectores que hoy están realizando sus diversas solicitudes. Otros también en su momento apelan al mismo recurso de la manifestación para hacer audible sus reclamos.

La forma en la que se expresan ya es otro punto que da letra para el comentario. Bajo ningún aspecto es para nada agradable tener que sufrir el caos en el tránsito vehicular en las ciudades del área metropolitana, producto de estas protestas, sumadas a la inoperancia de la Policía Nacional que no supo administrar algunos conflictos menores, pero que desembocaron en caóticos escenarios. Como el que se vivió en Eusebio Ayala y Calle Última, límite entre Asunción y Fernando de la Mora, en el que por desacuerdo entre taxistas y efectivos policiales, el tránsito se detuvo por más de media hora.

Esta práctica de tomar como punto de referencia de cada movilización a las Plazas del Congreso va a continuar así, porque se instaló en el inconsciente colectivo como el sitio de referencia de las reuniones multitudinarias. Además, en el Parlamento se discuten las leyes que pueden afectar a los manifestantes, aunque el trámite de sus reclamos podría encauzarse en otros entes. El caso específico de la 18° Marcha campesina tuvo como punto final el Congreso, cuando en el momento no se trataba ninguna legislación específica al respecto. De la misma manera en que los taxistas reclaman que no se aplique un control municipal a sus rodados.

Hasta aquí todo lo relatado es harto conocido. En el tema que tal vez no hayamos puesto un acento especial es en el rol que cumple el Presidente de la República, Fernando Lugo en todo este embrollo. Ante requerimientos de la prensa, hoy el titular del Ejecutivo aplicó una de las estrategias más utilizadas en su anterior rol, como pastor de la Iglesia Católica, el silencio sepulcral. La respuesta de Lugo fue digna de aquellos momentos en los que, tras el sacramento de la confesión de un fiel, se imponía el más absoluto sigilo, sin pronunciar una sola palabra.

Con esta actitud, más que conservar una postura acorde a las circunstancias históricas de este momento, el Presidente Fernando Lugo, me hizo rememorar una de las críticas que le hicieron y que hasta podrían ser calificadas de injustas. Cuando viajó a una gira internacional por 15 días, en un escenario similar. La diferencia es que en aquel momento el mandatario es que estaba ausente físicamente. Ahora está en el país, sin embargo es como que no existiera.

Es una tarea muy difícil pedir un rol más protagónico del titular del Ejecutivo en un país que sufrió y seguirá sobrellevando la pesada cargada de buscar liderazgos importantes desde la Primera Magistratura de la República. Es que, muchos paraguayos confunden y buscan este protagonismo con el tinte mesiánico, en el que puedan encontrar el respaldo a sus intereses particulares. No obstante, el papel de relleno que cumple Lugo, de un silencio que incluso puede ser tomado como complaciente ante los sucesos que ocurren, es ya a esta altura de su gestión gubernamental, insoportable.

Como un parámetro válido destaco este simple hecho. Cuando el Presidente Fernando Lugo estuvo de gira en las últimas semanas, se sintió la misma influencia en su gobierno, que en estos momentos en los que cumple su agenda cotidiana en el Palacio de López y Mburuvicha Roga. Es decir, da igual que esté o que no esté. No hay diferencia alguna.

No sé que habremos hecho los paraguayos para tener que soportar extremos perniciosos y contrapuestos de gestiones gubernativas que en nada ayudan para consolidar las acciones que puedan paliar las carencias que sufrimos ya hace décadas en el país.

Conste que los graves problemas estructurales que generan los verdaderos problemas sociales no son reclamados en estas manifestaciones. Acá solamente se piden cuestiones puntuales, que tienen soluciones específicas. Con un componente agravante. De todas las reivindicaciones hoy expresadas, la única que exige un acuerdo social importante es la reforma agraria. Pero, preocupantemente, de tanto que es pronunciado este pedido, ya ni conmueve al ciudadano común de nuestro país.

El liderazgo débil, las palabras huecas, la insuficiente fuerza en sus acciones, las posturas que imitan a posiciones anacrónicas de otros líderes regionales, la falta de respuesta a las necesidades de la gente hace que la imagen de esperanza que en algún momento supo encarnar Fernando Lugo no solamente opaque su desgastado perfil, sino que comienza a sepultar los importantes avances cualitativos que se consiguieron en este periodo de gobierno.

Con este panorama, una vez más nos vemos obligados a esperar unas nuevas elecciones generales para intentar decidir entre las alternativas que puedan parecer menos peores. Mientras tanto las falencias que seguimos sufriendo en la sociedad seguirán gozando de buena salud. Ganan por WO.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.