Los ciegos que no quieren ver


El tema de la sexualidad siempre ha sido un tabú, de los que persisten por los siglos de los siglos y que lentamente van encontrando un rumbo para su tratamiento, principalmente en la familia. Esta situación se acentúa en sociedades como la nuestra en donde la educación no es uno de los principales fuertes de la misma. A esto le debemos sumar una fuerte formación religiosa – mal entendida – y patrones muy conservadores que persisten en todos los estratos sociales.

Particularmente no recuerdo el momento en que entendí que pilín no era para hacer pipí nomas. Amo a mis padres, son los mejores que me pudieron tocar, no los incluyo en esta situación, aunque debo confesarles que tampoco recuerdo la explicación que me dieron a la tradicional pregunta “¿De dónde vienen los bebés?” Mi recuerdo es difuso respecto al lugar en donde conocí estos conceptos. No sé si fue en la escuela, el colegio, mi casa o con los amigos. Ni me jugaría por ninguna de las opciones. Menos aún puedo poner las manos en el fuego por la calidad de la información que recibí. Si era exacta o no, la tuve que ir cotejando por el simple “ensayo y error”.

Con respecto a las cuestiones femeninas me consideraba un ignorante absoluto, hasta hace unos años que me casé. Es que al no tener hermanas, nunca entendí como era el tema del periodo menstrual, y otras cuestiones exclusivas de ese género. Para agravar mi condición, tengo dos hijos, por lo que ahora entiendo la importancia de decalotar el pene, pero sigo sin tener las herramientas para enfrentar la formación de una niña, aunque no rehúyo a esa opción alguna vez en mi vida.

Lo que sí recuerdo de la formación estudiantil, es que nos decían que era gravísimo el tema del SIDA. Tanto es así, que en lugar de conocer más acerca de esta enfermedad, que comenzaba a marcar su presencia en el país, le teníamos miedo a los “sidosos”. Jamás escuché acerca de abuso de menores, de embarazo precoz, de igualdad de género, y de una serie de cuestiones que son nuevas, teóricamente hablando, no solamente para mí sino para todos nosotros.

Para intentar paliar este déficit el Ministerio de Educación y Cultura planteó hace unos meses un Marco Rector de la Educación Sexual que iba a ser aplicado desde este año. El mismo se postergó porque tenía puntos que deberían ser mejor discutidos. Jamás se llegó a ese debate, por lo que la Cartera de Estado, finalmente decidió aplazar su aplicación. La educación sexual continuará fuera de las mallas curriculares, lo que motivó el júbilo de distintas organizaciones que cuestionaban este documento.

Mientras tanto sigo muy preocupado. Vuelvo a decir que excluyo a mis padres, y a todos ustedes amigos oyentes que tienen hijos de la crítica que se puede hacer acerca del resultado del sistema educativo vigente. Nadie puede dar lo que no tiene. Si no estamos capacitados para enfrentar situaciones particulares, nuestra respuesta no será la adecuada a esa circunstancia. Es sencillo el asunto. El desafío es ajustar las condiciones de la educación y superar falencias que tenemos.

No faltará el que me diga que cuando mis hijos sean más grandes, y tenga que pasar por esta situación me voy a ver en figurillas. Es que, realmente es así como me siento. No sé cómo voy a enfrentar ese momento. Espero estar a la altura de las circunstancias, para responder y explicar las dudas que yo mismo las fui descubriendo en la escuela de la vida y otras que seguirán surgiendo. Mis suegros viven en la zona de los moteles en Lambaré. Hasta ahora no tengo la más pálida idea de cómo le voy a explicar a mis hijos el rubro al que se dedican los del negocio de la esquina de la casa de los nonos, que tienen palmeras de colores en la vereda, de la que entran y salen autos a cualquier hora del día.

Eso sí, estoy convencido que nuestras explicaciones como padres, deben tener un soporte institucional en las escuelas. Tal vez hasta sea un apunte fundamental que podamos tomarlo como “copiatín” y recordar algunos aspectos que no nos fueron aclarados suficientemente, en nuestro paso por este sistema educativo.

El miedo inmoviliza, nos detiene, nos limita, nos coarta la libertad de hacer lo que consideramos es lo mejor para nuestras vidas. La historia del país nos ha demostrado que nada bueno uno puede edificar teniendo como base el temor. Es un desafío histórico adecuar nuestro sistema educativo para incluir efectivamente la educación sexual en el mismo.

El debate construye, aporta, eleva. Aprovechemos que estamos en tiempos de apertura, para que todos los interesados demos nuestra colaboración. Recordemos el viejo y conocido refrán “No hay pero ciego que el que no quiere ver”. Abramos los ojos a la realidad, y enfrentémosla. La historia la escriben, no solamente los triunfadores, también los valientes.

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