Postulaciones sin contenido


Mario, Lilian, Lilian, Efraín, Blas, Sixto, Horacio, Javier, Esperanza, Miguel Ángel, Michel, Federico, Rafael, Martín, Víctor, Lino, Luis. Una serie interminable de nombres son los que estamos escuchando como postulantes a la Presidencia de la República para el 2013. Hasta ahora, eso nada más, nombres que dicen ser la solución para el problema que representa vivir en el Paraguay del siglo XXI.

El método para gobernar y las propuestas concretas para llevar adelante esos planes todavía no se conocen. Tal vez nunca sean discutidas a profundidad. Quizá tampoco sea lo más importante, en una sociedad que se enceguece detrás de colores, luces, música y ofertas prebendarías.

El electoralismo afecta demasiado a una democracia que sigue tambaleando en una lucha desigual ante los grandes desafíos que no supo enfrentar eficientemente. La desigualdad social, con cara de hambre, miseria, subempleo, inseguridad, drogas, expulsión del campo, pobreza, ausencia estatal en salud y educación, así como tantos otros factores que forman parte de nuestro día a día, continúan sin tener soluciones que sean analizadas a profundidad.

El menú de postulantes a la Presidencia de la República hasta me atrevería a decir, debería ser un tema secundario. Inicialmente es fundamental analizar las propuestas de los diferentes equipos políticos y principalmente como se están comportando en los espacios de representatividad que están ocupando actualmente. No se puede negar que existen sectores que piden a gritos la confianza de la gente, amparados en propuestas pomposas, pero que están contra el Impuesto a la Renta Personal, contra las listas desbloqueadas, a favor de la ampliación a la Justicia Electoral, a favor de blanquear correligionarios. Es decir, que demuestran en su accionar que están con una forma clara de actuar y que a sus promesas seguramente las llevará el viento.

Mientras los partidos políticos estén ausentes de contenido, mientras la ciudadanía siga anestesiada observando el devenir de los hechos sin involucrarse en las decisiones que hacen a la conducción del país, continuaremos en este esquema en donde solamente importa imponer un candidato que pueda ser interesante, dejando de lado las prioridades que tenemos que ir analizando como sociedad.

La complicidad de la ciudadanía es la que debiera ser modificada. Pensar en los cambios desde las cúpulas partidarias es una utopía. No podemos seguir callados observando como las candidaturas y los puestos de representación popular se siguen rifando como las nominaciones a los programas televisivos, en donde lo que se apoya o cuestiona son poses netamente mediáticas.

Deberíamos comenzar a entender que una democracia que se precie de tener calidad se sustenta en ciudadanos interesados en el manejo de sus recursos, que miren detrás de cada postulante sus intenciones y el accionar del mismo. En tanto continuemos con la misma postura cómoda de esperar que la suerte nos golpee la puerta y el grupo que llegue al poder nos dé dinero fácil para subsistir al menos por unos años, vamos a seguir nadando en la mediocridad de un país sin sus necesidades satisfechas.

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